Hay interés en el Vaticano para beatificar al médico trujillano |
La oficina de la Causa del Venerable pidió a todos los venezolanos seguir rogando a Dios y a la Virgen para que se produzca la Beatificación, cualquier detalle e información sobre la Causa del Venerable será presentada por Monseñor Tulio Ramírez Padilla, Obispo Auxiliar de Caracas y Vice Postulador de la Causa
La mañana del día en que iba a morir, el doctor José Gregorio Hernández cumplía 31 años de haber aprobado su examen de grado en la Facultad de Medicina, y la tarde anterior se había firmado en Versalles el tratado que oficialmente ponía fin a la Gran Guerra.
Como hacía siempre, se levantó poco antes de las cinco de la mañana y rezó el Ángelus. Luego dirigió sus pasos al vecino templo de la Divina Pastora, donde oyó misa y comulgó. Cuando salió de allí, fue a cumplir con la tarea que se impuso como ofrenda muchos años antes en la tumba de su madre: atender y dar aliento diario a sus enfermos más pobres.
A las siete y treinta estaba de regreso en casa. Comió pan untado con mantequilla, unas lonjas de queso y tomó guarapo de papelón, frugal alimento servido por su hermana María Isolina del Carmen. De metódico espíritu franciscano, se dispuso luego a hacer lo que habitualmente hacía: ordenar su modesto consultorio y verificar la lista de pacientes que solicitaban su atención aquel día. Al terminar con ellos, pasó a ver a los niños del Asilo de Huérfanos de la Divina Providencia y a los enfermos del hospital Vargas.
Cuando volvió a casa, poco antes de mediodía, María Isolina lo recibió con una grata sorpresa. Dolores, su amantísima cuñada, le había enviado como obsequio una jarra de carato de guanábana. Bebió dos vasos de aquel rico zumo y se fue a la Iglesia de San Mauricio para la contemplación diaria del Santísimo Sacramento. A las doce en punto, al toque del Ángelus, rezó el Ave María y regresó para almorzar.
La última comida de su vida consistió en sopa, legumbres, arroz y carne. Mientras comía, recordó que aquella tarde les visitarían su hermano César y su sobrino Ernesto. Consumido el almuerzo, Hernández se sentó a reposar en una silla mecedora. A la una y media pasó a visitarlo un amigo que deseaba felicitarle por el aniversario de su graduación. Al encontrarle regocijado, el amigo le preguntó curioso: “¿A qué se debe que esté tan contento doctor?”. JGH contestó con un brillo especial en la mirada: “¡Cómo no voy a estar contento! ¡Se ha firmado el Tratado de Paz! ¡El mundo en paz! ¿Tiene usted idea de lo que esto significa para mí?”.
El amigo, complacido, lo secundó en su entusiasmo, y entonces, el médico, acercándose a él y bajando la voz, le dijo en tono íntimo: “Voy a confesarle algo: Yo ofrecí mi vida en holocausto por la paz del mundo. Ésta ya se dio, así que ahora sólo falta…”. Un gesto radiante interrumpió su frase. El otro se alarmó un poco por lo que acababa de escuchar, pero no imaginó lo cerca que estaba de cumplirse aquella ofrenda.
El hombre que lo mató
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A los 28 años de edad, Fernando Bustamante poseía un taller mecánico, estaba casado, tenía dos hijos y su esposa estaba encinta. Sus seres más queridos disfrutaban de buena salud, especialmente su madre, que recientemente había sido tratada y curada por el doctor José Gregorio Hernández, amigo y antiguo profesor de Bustamante en los tiempos en que éste estudiaba bachillerato. En 1918, año de la terrible gripe que asoló al mundo, el doctor Hernández arrebató de las garras de la muerte a la hermana del mecánico. Agradecido con el noble galeno, Fernando Bustamante le pidió al doctor ser el padrino del hijo que estaba por nacer, honor que José Gregorio aceptó conmovido.
Trabas del proceso de beatificación
La Santa Sede es muy estricta en cuanto a los pasos necesarios para la beatificación. El más importante, que fue la declaración de las Virtudes heroicas, es decir, el reconocimiento de la santidad de vida del doctor Hernández, ya se dio (el 16 de enero de 1986). Pero aún falta uno fundamental, que es el milagro verificado y reconocido como tal por el Vaticano. Los dos procesos de presuntos milagros enviados a Roma fueron rechazados por la Comisión Médica de la Congregación para las Causas de los Santos: uno, en 1987; y el otro, en 2009.
En una Carta Pastoral de Fernando Castro Aguayo, entonces Cardenal Arzobispo de Caracas, explica: “En primer lugar, que NO SE TRIBUTE CULTO público al doctor José Gregorio Hernández. Queremos recordar a los fieles, y especialmente a los sacerdotes y religiosos, que antes de que el Santo Padre lo declare beato, no se debe tributar al doctor Hernández los honores del culto público. Es decir, no se pueden tener imágenes suyas en los templos, o capillas, u oratorios públicos; ni utilizar el término de ‘Santuario del doctor José Gregorio Hernández’, ni invocarlo en actos litúrgicos, ni ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa en acción de gracias a él. Lo que sí podemos y debemos hacer es pedir a Dios su pronta beatificación y ulterior canonización. Es muy importante que observemos estas normas, a fin de no poner trabas al reconocimiento de la santidad de José Gregorio por la Santa Sede (…) Cualquier fiel puede tener privadamente una imagen o estampa del doctor José Gregorio Hernández; sin embargo, no se pueden exponer en las iglesias a la veneración de los fieles. Se pueden ofrecer misas por la pronta beatificación del doctor José Gregorio Hernández, pero no en acción de gracias a él”.
El Papa está interesado
En una reciente entrevista concedida a un medio de comunicación audiovisual nacional, el Nuncio Apostólico en Venezuela, monseñor Aldo Giordano, confirmó que la Santa Sede, y particularmente el papa Francisco, están al tanto e interesados en el proceso de beatificación de José Gregorio Hernández. A continuación la parte de la entrevista referida:
El Papa tiene conocimiento de las peticiones hechas desde Venezuela para la beatificación del doctor José Gregorio Hernández. ¿Qué tan cercano está que se cumpla ese proceso?
“La Iglesia está muy interesada. El Vaticano está interesado. El Papa está interesado. Yo estoy muy impresionado de cómo el doctor José Gregorio es querido en Venezuela. Todos los rincones a donde he ido encuentro este amor por el doctor José Gregorio. Es ya una cosa muy interesante. Él es un ejemplo, es un testigo, produce mucho bien, es un personaje de unidad en el país. Es lo más importante”.
¿Qué sigue faltando para que se produzca este reconocimiento ante la Iglesia?
Su imagen es venerada desde hace casi un siglo |
“Lo que falta es la documentación científica de un milagro. Se escucha que hay muchos milagros de personas que afirman haber obtenido milagros por medio del doctor José Gregorio. La Iglesia va lentamente en estos casos porque necesita documentación científica. La Iglesia está estudiando muchos casos. Hay mucho interés. Se reconoce que él es un testigo del Evangelio; es un testigo de la solidaridad, un testigo por los pobres, es un testigo científico, también”.
¿Tendrá Venezuela un santo pronto?
“La Iglesia trabaja siempre por la eternidad. Los santos son por la eternidad. Siempre pronto es lejos, pero esperamos. Fui nombrado nuncio apostólico en Venezuela oficialmente el 26 de octubre de 2013, fecha del nacimiento del doctor José Gregorio Hernández. Estoy convencido que el doctor Hernández me acompaña en mi servicio en Venezuela”. (Alexander González/ Tomado del Diario de los Andes de Trujillo)
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