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Monseñor José Luis Azuaje. (Cortesía) |
Un valerano ejemplar, entregado al servicio religioso desde la iglesia católica, evoca la ciudad que lo vio nacer y crecer, al tiempo que clama por reactivar la comarca cultural, educativa, comercial y religiosa que enciera el gentilicio de Valera, un relato sin desperdicio a propósito del Bicentenario.
Para este valerano, hombre de arraigo y apegado a su terruño, a su gente, sus costrumbres y raíces, que ama a su tierra profundamente y la cual nunca ha dejado de estar en su corazón. “Valera siempre ha estado en mi corazón. Con razón el querido Mons. Vicente Hernández, antiguo Obispo de Trujillo varias veces me dijo: «es que tú eres muy valerano», yo no sabía si era un cumplido o un reproche. Lo cierto es que eso soy: un valerano”, comenzó su exquisita y pulcra narrativa sobre él y la ciudad.
Según su descripción, su infancia se desenvolvió entre las calles 13,14 y 15 con avenidas 12 y 13 abierta al sector Delicias, la Ciénega, el cerro La Cruz y la urbanización Lasso de la Vega. Por ahí transitaba. “Ir a la Plaza Bolívar era una aventura. Pero nosotros teníamos nuestro parque zoológico, donde está el Colegio Padre Blanco detrás del Comedor popular, en ese espacio montábamos a columpio y veíamos los pavos reales. Lo bonito en ese tiempo era que nunca estábamos solos, siempre era el grupo de «muchachos». Las calles eran nuestros espacios de convivencia vecinal, por las noches se sacaban las sillas y nos sentábamos en el frente de las casas, no había llegado la Tv. Había un sentido de vecindad muy grande. La familia nos cuidaba mucho, ponían reglas de convivencia que debíamos acatar y todos teníamos un sentido del cuidado de la vecindad, casi bíblico: sufría uno, sufríamos todos. Recuerdo los paseos al parque los ilustres, era un ritual. Toda la familia salía a pasear, era lo más lejos que iba de la casa”, apunta con precisión.
El entonces niño José Luis, tuvo la dicha de estudiar «kinder» cuando se iniciaba esta experiencia en la escuela La Candelaria, la cual estuvo ubicada en una casa diagonal al otrora Supermercado la Democracia. “Pero de ahí junto con mis hermanos nos llevaron a estudiar a ese magnífico «Grupo Escolar Eloísa Fonseca», maestras a las que llamábamos «señoritas» con todo el respeto, la mayoría normalistas, pero con una gran sabiduría, como no recordar a Aura Salas Pisani, Ana Ramona Cabrita, Ramona Araujo, Aura Rulo y tantas otras insignes maestras. Realmente forjaron futuro con dedicación y mística”.
Recuerda Monseñor con agrado y nostalgia al alborotado Liceo Rafael Rangel, “Un centro con profesores sabios, interesados por sus alumnos, por la novedad de la ciencia. Y muy cercano, nuestro fabuloso Ateneo de Valera. Cuanto arte, música, danzas, aprendizajes tuvimos ahí. Había una unidad entre lo educativo y el arte.
También recuerdo nuestro mercado municipal, ahí en el bulevar de la av. Bolívar. Que confluencia de productos y de encuentros se daban ahí. Nos hacíamos un todo. Siempre agarrado de la mano de Mamá para no perderme. No era solo una oferta de mercancía, era un consorcio de amistad y de conocimiento de los gustos de la otra persona, dame un kg de recao de olla, o dame un «vaya y vuelva», un batido con ojo de buey. Entre ofrecimientos y saludos se compaginaba el mercado de la casa”, rememora con tono melancólico.
Para esa época, la ciudad ofrecía muchas diversiones como los famosos carnavales con comparsas incluidas, “no al estilo brasileiro, pero si al estilo de los diversos sectores e instituciones de la ciudad. Todos podíamos disfrutar sanamente. Igualmente contábamos con los grandes Teatros y Cines: el Teatro Libertad con su majestuosidad donde muchos iban en flux y lindos vestidos; el Cinelandia que era más relajado, más para muchachos. “
Vida religiosa
Pero no todo era festín, también en la Valera de antaño había una activa vida religiosa que para ese tiempo era fundamental. Grandes sacerdotes animaban la vida cristiana. Con mucha cariño y gratitud, Monseñor Azuaje resalta nombres como: “ el gran Padre Andrade, con su intelecto; el P. Pedro Juárez, exigente y puntual en sus responsabilidades; Mons. Heberto Godoy, docente y hombre de diálogo y buen trato; P Sarrasqueta, el Samaritano abierto a las necesidades de los más pobres; Mons. Dámaso Cardozo, cumplidor de las normas de la Iglesia; P. Quarti, gran maestro de generaciones; M. F. Serrano, promotor de una nueva forma de ser cristiano; P. Villegas, educador, latinista, misionero y promotor vocacional; y un grupo de Padres Salesianos formadores de generaciones juveniles”. Asegura que a pesar que Valera no ha tenido mucha presencia de religiosas, pero no puede dejar pasar por alto nombres como los de: “las Lourdistas, catequistas y educadoras; las hermanas de Santa Ana desde el hospitalito y la gran mística educativa; las hermanas Salesianas que hicieron presencia de inserción en San Luis; las hermanas Discípulas de Jesús, con el kinder San José y siempre en su afán de evangelización.”
Ciudad forjada por visionarios en el comercio
Valera fue forjada por hombres y mujeres visionarios en el comercio. Con pequeños signos veía uno que el desarrollo iba apareciendo. “Recuerdo un local comercial muy antiguo en pleno centro de Valera, «El Gran Detal» donde Papá Salvador trabajó toda su vida productiva, comenzó estilo bodega de pedir el producto para luego pasar a tener corredores y carritos para servirse el producto. Pequeños signos indicaban que todo cambiaría.”
Señala, que no puedo dejar de mencionar que como poco a poco se fueron ocupando áreas verdes de las colinas valeranas. Dice Monseñor que muchas personas venidas de todas partes se animaban a hacer suerte en la ciudad. Así los ranchos de zinc se fueron transformando en casas permanentes, con mayor salubridad y servicios públicos.
Esas cien varas se extendieron a centenares de experiencias habitacionales, donde los cultivos de caña daban paso al desarrollo que permitiría esa nueva estirpe humana llamado «el valerano».
“Testigo de esa nueva generación son el Hospital Central Pedro Emilio Carrillo, donde fui el primer paciente (según me han dicho) del área del Seguro Social en aquel entonces; y la Clínica Rafael Rangel donde nací con el famoso Dr. Jhonker”
En esa época había valores propuestos y animados por instituciones muy importantes: la familia, la institución escolar, el vecindario, la Iglesia y los grupos de amigos. Sin duda que son muchos recuerdos.
¿QUÉ CIUDAD DESEARÍA VER?
Sobre esta interrogante Monseñor Azuaje Ayala, nos expuso una sería de argumentos muy bien desarrollados, que por su importancia deberían de ser tomados en cuanta al momento de establecer cualquier sincronización en favor de la urbe bicentenaria.
1- Desearía una ciudad más humana, más amigable; donde todo gire alrededor de lo humano, es decir, que sus instituciones, su urbanismo, sus organizaciones sociales, económicas, religiosas, culturales, gubernamentales, estén al servicio de lo humano, de la promoción, respeto y cuidado de la dignidad humana.
2- Una ciudad de ciudadanos. Esto no es redundante porque hay ciudades sin ciudadanos, aquellas donde no se ejercen los derechos sociales y políticos; Valera debe ser una ciudad empapada en ciudadanía; ella nació en una fecha estelar 1820; tiempos de cambio, de búsqueda de libertad. Ser ciudadano es ser responsable del ejercicio de su libertad y responsabilidad social y política. Ya hay bastantes autómatas en el país que no ven sino por los ojos de sus intereses mezquinos; necesitamos ciudadanos inquietos, creativos, inteligentes. Esto implica una nueva sociedad civil que sepa leer los clamores de este tiempo de crisis.
3- Una ciudad de alianzas internas y externas. No es posible que todo se mire y se filtre a través del gobierno. Ese es un estamento importante que algunas veces facilita el desarrollo, pero que en nuestra cultura politiquera, muchísimas veces lo frena para contemplarse en su «mismidad» improvisada y parcializada. Valera debe reforzar sus alianzas institucionales, ya tiene universidades, ya hay investigación, tiene organismos civiles que deben actualizarse, hay maravillosas experiencias de desarrollo; nada más ver el desarrollo urbanístico en edificios y urbanizaciones para saber que muchos apostaron invirtiendo a pesar de los riesgos. Pero hay que salir y abrir los ojos a experiencias en cualquier rincón del mundo. Experiencias de ciudadanía comprobada.
4- Una ciudad que abra nuevos espacios de convivencia ciudadana, donde el diálogo y el discernimiento sea común, respetuoso y no parcializado; donde se generen experiencias de solidaridad y participación en el respeto a la libre participación y la diversidad.
5- Una ciudad donde se hagan viales los Objetivos de desarrollo sostenibles (ODS) en el cuidado de sus habitantes, el desarrollo ecológico, un crecimiento económico y tecnológico permanente, viviendo en paz y con una gran cooperación nacional e internacional. Todos deben involucrarse en esto.
6- Una ciudad que facilite la calidad de vida con servicios públicos de calidad, que funciones y sean gerenciados por empresas éticas y respetuosas de la ecología.
7- Una ciudad con servidores públicos competentes en sus áreas, con liderazgos políticos que miren hacia afuera de sí y sirvan dejando huellas a seguir por su actuación profesional y ética.
8- Una ciudad donde se invierta lo necesario en sus hospitales, en sus instituciones educativas y culturales, en su vialidad, en sus sitios de esparcimiento. Donde los comerciantes, siendo una ciudad comercial, no se sientan amenazados por normativas sin consulta, sino antes bien, se sientan motivados a contribuir para el desarrollo de la ciudad.
9- Una ciudad donde Dios haga morada, a través del trabajo de los diferentes credos religiosos, pero principalmente de la Iglesia católica. Una ciudad donde la opción preferencial por los pobres se haga presente sin ritualismos, ni complejidades, sino sabiendo que Dios vive en la ciudad cuando los cristianos miran, no tanto al cielo, sino al hermano que sufre y que refleja el rostro de Jesucristo.
10- Una ciudad de los pequeños, de los niños, del futuro, de los sencillos de corazón, del esfuerzo de los de ahora. Una ciudad de permanentes proyectos realizables de desarrollo. Es decir, una ciudad labrada en el gastarse y desgastarse de cada generación.
11- Tomar conciencia que Valera no es una entelequia o un conglomerado de edificaciones, sino un ente vivo, que siente y expresa su estado en diversas formas. Y si es un ente vivo merece respeto y el mejor trato, porque de ello dependerá la calidad de vida de sus habitantes.
12- Fortalecer cada día mas la Sociedad Civil en la Ciudad. Esto implica un entramado de relaciones que debe ir más allá de ghettos o parcialidades heroicas para entrar en un «común», en un terreno comunitario donde el interés sea desarrollar integralmente la ciudad. Una sociedad civil que no juegue a la politiquería, sino que ejerza la política como cuidado de lo que es de todos, una dimensión que es loable y que siempre chocará con la politiquería de lo común.
13- Fomentar el mejoramiento y hasta la creación de instituciones y organismos sociales con un factor estratégico y desarrollado asumiendo las nuevas tecnologías y los grandes logros comunicacionales.
14- Apoyar el factor de aprendizaje y la investigación que se realiza en las diversas casas de Estudio, focalizándolas hacia el desarrollo de las distintas áreas de la ciudad.
15- Apoyando la realización de los 20 proyectos estratégicos preparados para esta efemérides bicentenaria donde se comprometan el ente gubernamental, la empresa privada, la sociedad civil, los gremios, para su desarrollo y disfrute de las nuevas generaciones
16- Ser más éticos y abrirse a una espiritualidad de la amistad y la comunión. Valera ha sido un terreno de forcejeo y batalla política e institucional. Muchas veces cuando se va desarrollar una idea o proyecto surgen los detractores por envidia, por rivalidad o por costumbre cultural de llevar la contraria. Si no hay un horizonte compartido, una responsabilidad histórica sentida, y un amor por el «terruño natal», la historia cobrará caro esa inercia irracional.
17- Todo desarrollo debe estar acompañado de lo más sublime que tiene el ser humano: su amor por la familia y el patio de su casa. Esa es la ciudad, donde en el amor se vive la presencia de Dios. Las imponentes torres de nuestro templo de San Juan Bautista o como la llamamos los valeranos antiguos, «la Catedral de Valera», apuntan alto y a lo alto, así debe ser la mirada del Valerano, esté en Valera o fuera de ella, apuntar a lo alto pero siempre partiendo desde la base de esas torres, desde lo horizontal generando la cultura del encuentro y la responsabilidad por el bien común.
¿CÓMO SE PUEDE PERCIBIR A VALERA
DESDE EL PUNTO DE VISTA RELIGIOSO?
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"Valera es un ente vivo" (Cortesía) |
Según el relato de este noble hombre que muy bien ha sabido dejar en lo más alto el gentilicio de regional, nos explica que, hubo un tiempo en el cual Valera no se le consideraba un espacio de promoción espiritual y religiosa; “quizá el momento histórico de transición eclesial que se vivía con la llegada del Concilio Vaticano II hizo ver a Valera muy estancada en la dinámica religiosa. Digo, hizo ver, porque en realidad no era así. Recuerdo que cuando se estaban realizando trabajos en la Catedral de Trujillo, y no se podía usar, el Sr. Obispo había determinado celebrar la misa Crismal en Semana Santa, donde asisten todos los sacerdotes, en la parroquia Chiquinquirá de la misma ciudad. Algunos jóvenes sacerdotes valeranos como el P. Alexis Bastidas, Pedro Artigas, Pedro Balza, y otros, nos fuimos donde el Obispo y le pedimos que trasladara la Misa Crismal a la segunda Iglesia de la Diócesis, la San Juan Bautista, la respuesta era que Valera es comercial y no religiosa, ese el pensamiento que le habían metido al Obispo; nosotros lo convencimos de hacerla en Valera, y así fue, y créanme, un lleno completo no solo en la estructura física del Templo, sino a través de Radio Simpatía donde el P. Alexis y mi persona llevábamos el programa «Reflejos de Luz y de Paz»; ese fue un momento estelar para el cambio de visión. Valera es una ciudad religiosa y con un gran dinamismo espiritual y pastoral.”
Asegura el prelado que, desde la Iglesia valerana se han gestado muchas experiencias pastorales. A algunos les tocó responsabilidades desde muy jóvenes, por ejemplo, a él le tocos er párroco de la Parroquia San José con apenas dos meses de sacerdote y supliendo a un gran apóstol como el P. Villegas, “era de pensar, porque mis compañeros y maestros fueron Heberto Godoy, Pedro Juárez, Feliz Serrano, Javier Sarrasqueta, Luis Asalini, José Divassón, Trino Valera, hoy debo quitarme el sombrero ante el recuerdo de muchos de ellos” asegura con mucha alegría y a la vez lleno de agradecimiento.
Crecimiento vocacional
Valera ha conformado un cuadro pastoral completo que abarca a las familias, los jóvenes, los niños y niñas, los novios, el laicado, además de estar presentes los movimientos de apostolado antiguos y más recientes, el diaconado permanente y la dinámica participación de la mujer en la Iglesia.
“Me atrevería a decir que han crecido las vocaciones al sacerdocio. Hoy hay un cuadro de sacerdotes jóvenes en casi todas las parroquias, algunos valeranos. Lo importante de esto es que la Iglesia con sus parroquias va dando respuesta a las necesidades de las comunidades. En mi tiempo de párroco, la catequesis y la Pastoral Social llevaban la batuta, los primeros multihogares en Venezuela y América Latina se crearon bajo la responsabilidad de la Iglesia en convenio con el antiguo ministerio de la familia. El primero creado en la comunidad Valmore Rodríguez de Sabana de Mendoza, y de ahí para Valera, Barrio el Milagro, San Luis, La Floresta, las Delicias, Los cerrillos, La Puerta y muchas otras localidades. Debo hacer mención del trabajo de la recordada Hilda Pérez quien confió en nosotros como Pastoral Social que tenía su sede en la Parroquia San José. Lo que quiero expresar con esto es que la Iglesia en Valera ha sabido cultivar el compromiso social desde la fe, recordando a Santiago: «la fe sin obras es fe muerta».
Especifica Monseñor Azuaje que también la zona eclesial de Valera fue en aquel tiempo propiciadora de planes formativos que se plasmó con la creación del Instituto de Ciencias Religiosa (ICIRE) cuyo primer director fue el P. Trino Valera; igualmente los planes de estudio para los nuevos ministerios que se prepararon en las parroquias valeranas y después el pensum pasó a engrosar la formación de toda la Diócesis gracias a la labor del P. Ramón Aponte, hoy Obispo de Valle de la Pascua.
“La Iglesia en Valera ha sabido cultivar el compromiso social desde la fe, recordando a Santiago: «la fe sin obras es fe muerta”
“Mucho ha aportado y sigue aportando Valera al crecimiento espiritual y pastoral de la Diócesis. Esperemos que las nuevas y futuras generaciones tengan y encuentren motivos suficiente para «gastarse y desgastarse» por el pueblo de Dios.
Pero, ojo, nada se haría sin los laicos valeranos. La mística y entrega generosa de los laicos acompaña el trabajo pastoral de los sacerdotes.”
Nuevas formas de religiosidad
En este aparte, hay que precisar que, han aparecido nuevas formas de religiosidad, más tendiente a un nuevo estilo espiritual proveniente de devociones y de nuevos movimientos de servicio. “Creo que la misión es la misma de siempre: el encuentro con Jesucristo, pero no de manera desencarnada, sino como seguimiento discipular de alguien que ha compartido nuestra realidad humana, que tocó el sufrimiento de muchos, sufrió por todos, no tuvo miedo de mancharse de lo más precario de la condición humana con tal de promover y liberar al ser humano; hoy toca presentar al Dios que consuela y es misericordioso; por eso así como aquellos sacerdotes visionarios, Mons. José H. Contreras y muchos otros, toca desprenderse de las camisas forzadas de una religiosidad sin compromiso, para entrar a ser samaritanos en este valle de lágrimas en el que vivimos hoy. Valera valerá, porque el valor supremo, el Dios de la vida, acompaña a su pueblo. “
El Templo, corazón de la ciudad
Los valeranos quieren y se sienten orgullosos de su Templo San Juan Bautista, no solo por su belleza y resplandor, sino por estar concentrado como el corazón de la ciudad donde cada uno de los valeranos palpitan llenos de amor y fe cristiana, ¿Qué reflexión nos puede dejar al respecto?: – Bien lo describe el Padre Juan de Dios Andrade: «desde cualquier sitio que se contemple la ciudad de Valera, véanse despuntar, impetuosas y esbeltas, las torres del templo de San Juan Bautista, interpretando su imponente simbolismo, como si se tratase de una constante invitación hacia el más allá, hacia la luz, hacia el infinito, una inmensa sinfonía de piedra, una suma de todas las fuerzas de una época, que hoy se muestra orgullosa en los cielos de nuestra querida Valera». (Cita de Francisco González Cruz. Valera Bicentenaria 2020)
“Yo debo querer mucho este templo porque además un 5 de mayo de 1984 recibí en él la ordenación sacerdotal y un 29 de mayo de 1999 recibí en él la ordenación episcopal. Mis compromisos sacerdotales se iniciaron ahí, ambos por imposición de manos de Mons. Vicente Hernández y como párroco Mons. Heberto Godoy. Gratitud inmensa a este templo de Dios y a estos insignes pastores. ”
¿Quién es, Mons. José Luis Azuaje Ayala?
Nace del hogar progreado por, don José Salvador Azuaje y doña Aura del Carmen Ayala de Azuaje, en un sencillo hogar ubicado en Valera, estado Trujillo, el 6 de diciembre de 1957
Monseñor José Luis Azuaje Ayala, es el menor de cuatro hijos. Con el apoyo de sus progenitores don José Salvador Azuaje y doña Aura del Carmen Ayala de Azuaje, que desde el sencillo hogar ubicado en Valera, estado Trujillo, formaron una familia; es allí, donde un 6 de diciembre de 1957 nace José Luis. Realizó los estudios primarios en la escuela Eloísa Fonseca, el bachillerato en el seminario menor “Corazón de Jesús” de la Diócesis de Trujillo. Sus estudios de filosofía los hizo en Caracas en el otrora Seminario Interdiocesano “Santa Rosa de Lima” de 1975-1979.
En septiembre de 1979 fue enviado a Roma, para cursar estudios de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde obtuvo el bachillerato en teología y, posteriormente, la licenciatura en la especialidad de Teología Fundamental.
Su ordenación diaconal fue el 5 de noviembre de 1983, su ordenación sacerdotal se produjo el 5 de mayo de 1984 y su ordenación episcopal fue en 1999, el día 29 de mayo.
Es hermano de Ana Ramona, Yanet y José Salvador Ayala Azuaje, nieto de la reconocida trujillana Mercedes Olivar Monsalve.
Ocupó diversos cargos pastorales en la diócesis de Trujillo. De manos del excelentísimo Monseñor Vicente Hernández, Fue ordenado sacerdote para la Diócesis de Trujillo el 5 de mayo de 1984 en la Iglesia matriz de Valera, parroquia “San Juan Bautista”.
Ejerció los cargos de párroco desde 1984-1988, en la parroquia “San Antonio Abad”, en Mendoza Fría del estado Trujillo; luego durante once años (1988-1999), en la parroquia “San José” de Valera. Así mismo se desempeñó como director diocesano de la catequesis y pastoral social y, finalmente vicario episcopal de pastoral de la Diócesis de Trujillo, servicio que prestó desde 1993 hasta 1999 cuando fue electo obispo
En el año 1995 se une a la Universidad Valle de Momboy de Valera, en donde se desempeña entre 1997 y 1999 como Secretario Académico. Contribuyo activamente en el proyecto “Trujillo 2020” para elaborar una Visión Compartida del desarrollo del estado Trujillo.
Se desempeñó como Director Diocesano de la Catequesis y Pastoral Social, al mismo tiempo, como vicario episcopal de pastoral de la Diócesis de Trujillo, servicio que prestó desde 1993-1999 cuando lo nombran Obispo.
El 18 de marzo de 1999, por gracia de Dios y de la sede apostólica, el Papa Juan Pablo II lo llamó para instituirlo como sucesor de uno de los apóstoles, lo nombró obispo titular de Itálica y auxiliar de la Arquidiócesis de Barquisimeto.
El 15 de julio de 2006 el Papa Benedicto XVI lo designó Obispo de El Vigía – San Carlos del Zulia, sede que asumió el 23 de septiembre de ese mismo año.
También ha sido obispo de Barinas en 2012. Ha desempeñado otros cargos importantes a nivel nacional a servicio de la Iglesia venezolana, Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, CARITAS de América Latina y El Caribe y del Departamento de Justicia y solidaridad del CELAM. En la actualidad funge como Arzobispo de la ciudad de Maracaibo. (Tomado del Diario de los Andes/ Elvins Humberto González)